quarta-feira, 28 de novembro de 2018

Casandra VII





Casandra

Por inspiración especial

exactamente el día treinta del siguiente mes, tal como Casandra lo había visto y presagiado, arribaron las embarcaciones de su padre a las costas, y con ellas llegó la noticia de la inminente llegada de Menelao.


Densas sombras surcaban la frente de Príamo. El primer encuentro con Paris tuvo lugar sin testigos, en la tranquilidad del aposento del padre. Pálido y pensativo, el rostro marcado por gran madurez y decisión viril, así abandonó el hijo la habitación.

En ese mismo momento se le unió Casandra, que, con amor y firmeza a la vez, le puso la mano en el hombro y posó su mirada refulgente en los ojos del hermano, que le aventajaba en estatura por una cabeza. Con palabras cuyo timbre le sonaba a ella misma como un lejano tañer de campanas, le habló al hermano y trató de hacerle comprender la cadena del pecado y la expiación, el libre albedrío y la responsabilidad que conlleva el mismo.

Al principio las palabras tuvieron el efecto de una suave lluvia en el alma del hombre, comprensivas y consoladoras como aquellas eran; mas, acto seguido, Casandra manifestó su advertencia directamente proveniente del espíritu y dirigida al espíritu del otro. Cual pinchazos tocaron estas admoniciones la herida en la conciencia del hombre; las mismas advertían del efecto recíproco resultante del operar de la justicia eterna. Y por último vino una exhortación:

«¡Devuélvele tú mismo Helena a su esposo y reconoce tu culpa! ¡Salva a tu pueblo de la perdición!».

Con el rostro serio le escuchaba el hermano; lo que Casandra le decía le llegaba cada vez más hondo. ¡¿De dónde le venían a la joven esas palabras?! ¡¿De dónde sacaba esa fuerza?! Abierto como estaba a todo lo excelso, a todo lo puro y grandioso, percibió él enseguida en sus palabras la contundente fuerza de la Verdad, percibió el poder de la voluntad de la Luz. Pero Afrodita lo había enmarañado; primero tenía que vencer el poder de la diosa que lo había llevado a los brazos de Helena.

«¡Libérate de las bochornosas ligaduras de esa diosa de rosáceo resplandor; libérate y ve en pos de la Verdad, que entonces, y solo entonces, sabrás lo que es vivir y obrar en armonía con la Luz de Dios y completamente libre de ataduras!».

Cual ruego invocador al hermano sonaron y resonaron en los corredores las palabras de Casandra. Paris había huido tapándose los oídos y cubriéndose la cabeza a fin de protegerse de la enorme fuerza de convicción de estas palabras.

Con tristeza viose Casandra obligada a constatar que la Verdad solo puede encontrar asidero allí donde hay un suelo propicio y la voluntad viene inmediatamente seguida de la acción.

La joven anudó un velo en torno a su cabeza como señal de luto, pues ahora estaba consciente de que la suerte de Troya estaba echada.


Imponente era el equipamiento que ahora se llevaba a cabo con vistas a la llegada del enemigo. Príamo, que había asumido la dirección de los preparativos, procedía en la organización con suma prudencia y circunspección. El pueblo se subordinó a él de buen grado, y todos pusieron manos a la obra con gran diligencia. Bien abastecidos quedaron todos los almacenes y bien protegidos los puntos de entrada, a fin de que los pueblos vecinos pudieran importar a la ciudad los frutos de sus suelos. 

Las reservas de armas eran abundantes, sólidas las edificaciones y sabiamente dispuestas las defensas y murallas. Los muros de la ciudad eran capaces de desafiar al más potente enemigo, y la tenaz fuerza de voluntad que poseían, más su confianza en la protección de los dioses, llenaba a los héroes de alegre esperanza en la victoria.

Poseídos del valor nacido del entusiasmo y armados de toda la fuerza de voluntad llameante que tan característica era de la generación de entonces, se lanzaron a esta lucha contra un enemigo muy superior.

Casandra era la única que aguardaba con preocupación el desenlace de esta contienda; a fin de cuentas, las mujeres conocedoras del destino le mostraban en el espejo del espíritu los hilos tendidos que ellas hilvanaban, y un inenarrable desasosiego le embargaba el ánimo.

Los amenazantes temporales no querían acabarse ese año. Era como si Poseidón quisiera lanzar todas las tormentas contra los griegos. Así, Troya dispuso de bastante tiempo para culminar los últimos preparativos. 

Hécuba andaba bien ocupada y todas las mujeres le daban una mano. La reina se sentía abrumada por un pesar sordo y opresivo que no era propio de alguien como ella, una persona tan decidida y de rápido actuar. Era como si se viera obligada a reflexionar sobre algo que no conseguía llegar a entender y que constantemente echaba a un lado por miedo a que, una vez que encontrara la solución al enigma, se viera obligada a cambiar de manera radical. Este enigma era su hija Casandra.

No pocas eran las veces que Casandra, con ímpetu irrefrenable, llegaba al alma de la madre y, con conmovedora candidez, reclamaba algo de comprensión de parte de la adusta, orgullosa y pragmática mujer. Pero muchas eran las veces también en que rehuía la presencia de su progenitora por días y hasta semanas enteras y no lograba dirigirle siquiera la más trivial de las frases de cortesía. En tales ocasiones daba al traste con muchas cosas en la madre, que anhelaba calor humano allí donde Casandra solo ofrecía una tímida reserva. Cuanto más la madre, por falta de entendimiento, evitaba la confianza de Casandra, tanto mayor era la frecuencia con que se repetían esos períodos de reserva de la muchacha, y ambos factores fue ensanchando cada vez más el abismo entre las dos mujeres. Ambas eran bien pasionales. Mientras Hécuba encerraba esta pasión en su interior, creyendo poder ahogarla así, Casandra le daba rienda suelta y la dejaba fluir a través del abundante vivenciar de su alma, la cual, sirviéndose de los dones del espíritu, le hacía arrojar frutos cada vez más espléndidos.

Con el cada vez más vivo despertar de su espíritu, la joven había devenido en resplandeciente cáliz que bebía de las fuentes sin cesar y buscaba dispensar lo que tan bienaventuradamente había recibido.

La madre, empero, le ponía trabas a este maravilloso ritmo vital. En lugar de abrirse a la desbordante bendición que, nacida de la comprensión ganada por la hija, buscaba llegar a ella también, lo que hacía era crearse envolturas y levantarse muros a sí misma que las separaban para siempre.

La fuerza luminosa del Todopoderoso, empero, no se dejaba encadenar, y con cada vez más intensidad se vertía Su bendición sobre Casandra. No obstante, la joven fue perdiendo cada vez más su alegría en la existencia terrenal, esa alegría que en un principio era prácticamente ley para su manera de ser. Adondequiera que iba encontraba barreras que se veía obligada a echar abajo si no quería acabar encadenada. Poco a poco, la vida se le fue haciendo una carga onerosa.

Lo único que le ofrecía consuelo y libertad era el trabajo; una tarea en particular que Casandra había asumido era la organización de la atención a los enfermos. Su abundante conocimiento sobre hierbas curativas y sobre la preparación de los cocimientos resultó de gran ayuda, y una vez más se dio el caso que la abundancia de sus dones trajo resultados pasmosos y jamás vistos. Sus queridos animales le servían para experimentar con aquello que habría de traerles sanación a los hombres, y de buen gusto y llenos de confianza aceptaban de sus puras manos estos amigos sustanciales lo que los hombres no entendían.

Con el tiempo –de una manera imperceptible al principio, pero con el aumento de las preocupaciones y conflictos terrenales, de forma cada vez más notable después– se formaron  dentro de los muros de Troya dos grupos: uno a favor de Casandra y el otro en contra.

Poco a poco fue llegando a oídos del pueblo cuán grande y opimo era su saber sobre las fuerzas secretas de la naturaleza, y sobre cuerpo y alma. Había también quienes decían que la joven a veces tenía coloquios con seres invisibles en los jardines y florestas.

Desde la vez que el sol se había oscurecido, se habían vuelto supersticiosos. La gente asociaba a Casandra con este suceso cósmico en el que creían ver la ira de Apolo. De dónde la gente había sacado esta suposición, nadie sabía decir, pero mucho que se hablaba de ello en conversaciones a media voz.

A Casandra le daba igual lo que la gente dijera, además de que eran pocas las veces que algo de ello llegaba a sus oídos, pero tanto más le molestaba esto a Hécuba, para quien era un fastidio el oír hablar del saber de la hija; de manera cada vez más cargante e importuna interferían las advertencias de la joven en su existencia y en cada vez mayor medida inquietaban aquellas el ánimo de sus hermanos y hermanas y de los demás cohabitantes de la casa. 

Lo curioso era que, ya hablara o callara, todos se preguntaban en secreto: ¿qué opinará Casandra al respecto? Sin embargo, era poco el caso que le hacían a sus bienintencionados consejos, que siempre eran sensatos, simples y naturales. Mas, cuando no tomaban en cuenta sus recomendaciones, lo que decidían hacer siempre les salía mal. En tales casos, empero, se negaban a reconocer aun así la veracidad de lo que Casandra les había dicho.

¡Qué rara le parecía la gente a la joven! Ya prácticamente ni sentía pena por ellos cuando las cosas les salían mal. Tampoco le extrañaban ya sus injusticias; solo se alegraba como una niña cuando conocía a alguien que era diferente. 

Esta alegría, empero, la fue experimentando cada vez menos; ya que a medida que aumentaban las penas y los sufrimientos, se incrementaban también los malos atributos de los hombres, llegando a culminar en los más vehementes arrebatos pasionales. Y siempre era Casandra la que daba a lugar a estos exabruptos, muchas veces con tan solo una palabra, otras con su sola presencia. Era tan intensa la manera en que a través de ella se manifestaba la fuerza de la Luz que, tan pronto ella hacía acto de presencia, todo lo abominable y lo que estaba mal se encrespaba y se ponía en evidencia.

Atónito observaba Príamo la naturaleza peculiar de esta hija que, con su regia templanza, parecía tan simple y pura e inaccesible a la vez. Con todo lo conmovedora que resultaba con su mansa feminidad, así y todo eran muchas las tormentas que desataba con su presencia, generando así muchas situaciones que después él tenía que apaciguar. Hécuba a veces se comportaba como una verdadera furia.

(continúa)




na traducción Del original en alemán


Kassandra


Verwehte Zeit erwacht - Band 1 - 1935


terça-feira, 27 de novembro de 2018

Encontro com o Senhor IV






Encontro com o Senhor:

Meu Empenho na Libertação do Senhor IV

Por Hellmuth Müller − Schlauroth


(continuação)

Minha casa-sede em Schlauroth era uma construção antiga, do tempo de Augusto, o forte, rei da Saxônia e Polônia, o qual, nas suas viagens entre Dresden e Varsóvia, parava ali. O prédio, uma construção semelhante a um castelo, tinha, portanto, mais ou menos 250 anos. Ele possuía dois andares com 13 cômodos, uma cozinha grande e muitas dependências secundárias. Ambos os aposentos de hóspedes foram destinados ao Senhor, Sra. Maria e Srta. Irmingard. O Sr. Alexander foi acomodado num prédio anexo. As dependências de estar e as de recepções sociais, tais como sala de jantar, sala de música e salas íntimas, foram, naturalmente, sempre colocadas à disposição do Senhor e de sua família. Também coloquei meu escritório à disposição do Senhor, para que fosse utilizado como sala de trabalho.

Para a recepção foi preparada uma refeição festiva, da qual participou também o Dr. Hütter. Com algumas palavras fiz a saudação de boas-vindas ao Senhor e às senhoras. O Senhor respondeu, manifestando novamente o seu agradecimento, e, finalizando, disse textualmente: “Estou tão inteiramente farto dos seres humanos, que não quero mais ter contato com nenhum deles. Eu quero tratar com eles somente por seu intermédio, e peço ao senhor que os mantenham todos longe de mim.” Esta declaração representava para mim uma ordem. Considerei-a como manifestação da profunda decepção do Senhor com relação as baixezas, calúnias e acusações, que surgindo principalmente das fileiras de antigos adeptos de sua Mensagem, foram usadas contra ele, e que, certamente, ao lado da hostilidade da igreja católica, constituíram diretamente o motivo de sua detenção. Também dessas fileiras surgiu a afirmação de que o Senhor seria judeu.

A Gestapo de Görlitz comunicou-me que mensalmente, um de seus funcionários iria até Schlauroth, a fim de se certificar da presença do Sr. Bernhardt. Isso aconteceu uma ou duas vezes. Depois não mais o fizeram, pois devido à minha posição social − os funcionários conheciam-me − eu gozava da inteira confiança deles.
Fazíamos as refeições diárias junto com o Senhor e sua família. De início na sala de jantar que se encontrava no 1º andar da casa. Possuíamos, porém, também uma dependência para refeições no andar térreo, logo ao lado da cozinha, dependência essa que também servia para abrigar-nos no dia-a-dia. Ao acostumar-se à nossa vida doméstica, o Senhor logo percebeu isso. Daí em diante ele insistiu para que as refeições fossem feitas nessa sala, a fim de que tudo se desenrolasse do modo mais simples, e para que não mudássemos nossos hábitos devido à sua presença.

Não somente durante as refeições eu ficava junto do Senhor, oportunidade em que ele se sentava ao meu lado direito, mas frequentemente ele me acompanhava nas caminhadas pelos meus campos de cultivo. Esses passeios com o Senhor, em contato com a natureza, eram para mim uma fonte de reconhecimento e de compreensão da sua Palavra, como talvez a nenhum outro fosse dado. Tive uma vivência especialmente bonita no Pentecostes de 1939. O Senhor e eu fizemos um passeio por minhas terras na manhã de domingo de Pentecostes. As espigas de centeio acabavam de se formar. O Senhor acercou-se da beira do campo de centeio, abraçou com os dois braços uma grande quantidade de talos de centeio, e, através de suas mãos, abençoadamente posicionadas, deixou lentamente deslizar as espigas, dizendo: “Nenhum Pentecostes se realiza, sem que o centeio lhe estenda a mão!” Quando andávamos pelos campos e prados, ou quando ocasionalmente passeávamos de carro, o Senhor tornava-me possível aprender sobre a atuação dos pequenos e grandes enteais. Esses ensinamentos foram inesquecíveis; são marcos na minha vida que nunca mudarão sua posição.



(continua)
  
Trecho do texto: Encontro Com O Senhor - (nas Recordações e pensamentos do discípulo: Hellmuth Müller – Schlauroth)





segunda-feira, 26 de novembro de 2018

Seres da Natureza V





Encontro com os seres da natureza

por Eduard Hosp Porto

(continuação)

No Portal do Mundo Enteal - V

No que se refere ao zelo e à fineza de seus contatos com os seres da natureza, Margot Ruis teve a felicidade de também encontrar-los em seu companheiro, Gerhard Kogoj, o qual também possui o sentido aberto para o mundo dos enteais. Assim , para ela – e isso vale também para ele – é possível uma verificação de suas próprias percepções: “Isso já foi importante sobretudo na fase inicial, mas a gente se alegra naturalmente sempre de novo, quando descobrimos qualquer detalhe novo, e tomamos conhecimento com o parceiro de que isso está certo.”
E, apesar de tudo, como ela relata, há às vezes nas percepções individuais alguma diferença, principalmente nos detalhes das cores, que na espécie meio transparente, na qual os entes da natureza podem ser reconhecidos, é difícl de ser descrita. Na verdade isso não é de admirar, pois as percepções clarividentes de âmbitos mais finos do Além pertencentes à Criação – e a isso pertence a visão dos seres da natureza – depende sempre da capacidade pessoal de cada ser humano:
“Quando hoje, por exemplo, se reúnem cinco ou mais realmente bons clarividentes, e todos recebem, simultaneamente uma determinada sentença pronunciada do Além, na transmissão apenas será uniforme o sentido do que foi ouvido, não, porém, a transmissão das palavras! Cada um transmitirá as palavras de modo diferente e também as ouvirá deferentemente, porque já na recepção entra muito de pessoal em jogo, exatamente como a música é sentida de modo totalmente diferente pelos ouvintes, desencadeando, todavia, no fundo, o mesmo sentido.” (dissertação: “Deus – Olimpo – Valhalá”)
Em tais visões também existe sempre o perigo, de que se misturem imagens fino-materiais oriundas do próprio mundo de pensamentos nas observações, o que não permite mais que se reconheça o verdadeiro acontecimento, mas sim produtos da fantasia. Por esse motivo é bom não se firmar muito nas percepções de outrem. Para cada ser humano o melhor é desconbrir o mundo dos enteais, tão bem quanto possível, baseado nas próprias capacidades. Essa também é a opinião de Margot Ruis: “A minha maior intenção é apoiar as pessoas a desenvolverem suas próprias intuições e ensiná-las a ter confiança. Pois isso é a única coisa, que capacito o ser humano a zelar da relação com os seres da natureza no seu dia a dia, do contrário ele permanece sempre dependente dos outros!
Os seres da natureza possuem grande sabedoria e se dispõe com prazer a dividir o saber deles conosco – se apenas formos capazes de ouvir. Isso poderia nos auxiliar muito, muito mesmo – em nossa própria vida, em nosso desenvolvimento espiritual, também em nossos problemas cotidianos, problemas de saúde e também no relacionamento com a natureza. Nós podemos aprender tanco com eles!”

Werner Hemer

um conteúdo extraído da revista “Gralswelt”, publicada em março de 2002.

(continua)



quarta-feira, 14 de novembro de 2018

Casandra VI






Casandra

Por inspiración especial

Llegó el momento en que las oscuras nubes provenientes de Grecia se volvieron más densas. Una tormenta arrojó a tierra una pequeña flota en la que lograron salvarse Paris y Helena. Gran alegría se apoderó de Troya cuando la pareja, transportada sobre escudos, hizo su entrada en la ciudad. Deslumbrante era el esplendor de su belleza y suntuoso el festín que siguió a su recibimiento.

Pero ni Hécuba ni Casandra se animaron a hacerse partícipes de ello: el cavilar sobre qué dirían sus héroes respecto de las acciones de Paris y el pensar en si llegarían a regresar de su viaje de reconocimiento no las dejaba tranquilas. Lúgubre se cerró la atmósfera sobre Troya, y hasta el pueblo se sentía abrumado por un no sé qué indefinido. Un desasosiego se fue colando imperceptiblemente. Casandra fue la primera en sentirlo.

En esos años de desarrollo espiritual, Casandra había florecido para convertirse en una mujer hecha y derecha, y era el encanto y la alegría de su entorno. Con Paris vinieron algunos héroes que la hallaron muy de su agrado. No obstante, ni una de sus deliciosas sonrisas asomó a su rostro, ni una sola de las dulces palabras que le dirigían logró llegarle; al contrario, su ceño se fruncía amenazante cuando alguno de los héroes la saludaba cortésmente.

Era como si esa joven normalmente tan callada y bondadosa repeliera airada y echando chispas cualquier tipo de acercamiento. ¿Sería que la protección de las alturas la rodeaba a modo de muralla? Ella misma no sabía. Mas sufría bajo las miradas injuriosas y hasta lacerantes de sus pretendientes. No era su intención el herir a nadie, y no obstante a eso, se buscó verdaderos enemigos. Entre las mujeres era tachada de soberbia; entre los hombres, de fría y altiva. Y sin embargo, grande era el anhelo de amor que ardía en su alma excelsa y pura.

Ese fue el tiempo en que le fue retirada la venda de su ojo espiritual y Apolo se le volvió a aparecer.

Aproximándose en una nube mientras ella descansaba en su floresta y la contemplación de todas las fuerzas superiores ocupaba sus pensamientos, el dios se le acercó. Este fue al encuentro de la joven con amor, como solían hacer las sustancialidades cuando la raza humana mantenía estrechos vínculos con ellas, y la deidad le manifestó que la consideraba la más digna de todas. Con la ayuda de las fuerzas sustanciales de la que él disponía, a la joven se le haría posible obrar verdaderos milagros de poder. 

Todo esto se lo mostró por medio de imágenes sugerentes. Pero incluso hacia este eximio y puro ser de la naturaleza la joven esgrimió esta fuerza repelente en su interior que tanto la asustaba a ella misma. Con palabras de flagrante ira le advirtió que no se le acercara y despreció la fuerza de su luz y de los colores tintinantes de su coro sugestionador. La muchacha no tenía ni idea de dónde le venía la fuerza que le hizo ordenarle que se fuera, que ella pertenecía a alguien más excelso.

Bramante, se desató una tormenta y la luz del sol perdió su brillo. Sobre el cielo de Troya se movían como fustigadas nubes negruzcas. En un abrir y cerrar de ojos la floresta de Apolo había quedado envuelta en penumbras y un terrible relámpago fulminó el tronco de la acacia que se alzaba junto a la gruta. Por doquier se oía el retumbar de los truenos y de la tierra, que era sacudida por temblores, e incluso mucho después de que las nubes ya se hubieran retirado, el sol seguía sin brillo. Ya que, con la fuerza de su voluntad, Artemisa, la diosa de la pureza, había echado sombras sobre aquel y la luna lo había eclipsado.

Dueña de un aciago presagio, Casandra estaba consciente de que este oscurecimiento representaba una advertencia de los seres sustanciales de que las tinieblas proyectarían sus sombras por un largo tiempo más sobre ella y los suyos. Mas no por ello estaba triste, pues había ascendido a alturas cuyo resplandor con mucho opacaba el del sol. Le había sido dado el echar un vistazo a su patria.

Ello le permitió a Casandra darse cuenta de que estaba por encima de los llamados dioses y de que pertenecía a Alguien que era más excelso que Zeus.

Y la fuerza de Dios recorrió todo su ser.


Casandra se levantó como si despertara de un sueño.

¿Qué luz sería esa que tan familiar le resultaba y que, aun así, brillaba tan pero tan lejos? ¿Qué sería ese rayo que la había alcanzado y, no obstante, no le había hecho daño? La sangre le hervía como si por sus venas corrieran ríos de lava. No estaba aturdida, no, como creía al principio, sino vivificada, vigorizada por la corriente de la Vida.

Grandes y diáfanas brillaban las estrellas en el cielo, que, ya despejado de las tormentosas nubes y liberado de la tempestad, mostraba un aspecto bonancible a toda criatura bajo su égida. El oscurecido sol se había retirado a descansar y la noche estrellada se entregaba a su apacible sueño.

Mas hoy ese cielo, con toda su magnificencia y sus millones de astros relucientes, se le antojaba apagado y sin brillo a la joven, le parecía distanciado y frío. Ya que ella estaba envuelta del rayo de la viva luz primordial, que era su hogar. Al regresar a su existencia terrenal, su alma estaba aún en una nebulosa, pero de una cosa sí estaba consciente: arduo era el camino que en adelante habría de seguir. Horrorizada, se vio recorriendo este sendero, rodeada de personas que recogían piedras del suelo con la intención de arrojárselas. Presa del horror sintió el dolor de las heridas causadas y deseó poder salir corriendo, mas la Tierra la retenía con mil hilos.


Cuando Casandra entró al castillo, el enorme perro guardián soltó un aullido quejumbroso y se echó a sus pies. El castillo todo estaba envuelto en un silencio sordo y opresivo. Solo se escuchaban, provenientes de las colinas, las plañideras tonadas de una gaita. En el salón donde trabajaban las mujeres se produjo silencio tan pronto Casandra entró a la habitación. Muchas miradas, tensas por la curiosidad las unas, agrias las otras, siguieron a la joven, y hubo quienes se pusieron a murmurar sandeces absurdas y supersticiosas a sus espaldas.

¿Qué sería esa cosa en un rincón que le mostraba los dientes a la muchacha y se ensanchaba cada vez más? No era sino el miedo que sentían de esa joven cuya mirada todo lo penetraba, un miedo que se transformó en sospecha, y hasta en odio.

A Casandra se le cubrió el corazón; ¿qué podía hacer? Si les decía cuánta pena le causaban cuando se enmarañaban en sus viles mentiras, las mujeres no harían sino negarlo todo. Fue una Casandra con la cabeza gacha la que se retiró en silencio a su habitación.–


Esa misma noche se encontraban en los pastizales, no muy lejos de la puerta principal de Troya, dos hombres, dos pastores, cuando en el cielo teñido de añil se vio una luz en forma de cruz brillando sobre el castillo.– 

Casandra no lograba conciliar el sueño. La joven veía barcos en alta mar, hasta que se dio cuenta de que se trataba de los navíos de su padre. Las naves navegaban con rumbo a la patria y no eran buenas las noticias que traían consigo. Un peso amenazante cayó sobre las espaldas de la muchacha.

Armada de una lámpara entró la joven al aposento de su madre, a fin de informarle de lo que sabía. Hécuba, empero, se limitó a contemplarla con mirada fría e incrédula, y encogiéndose de hombros, le dijo:

«No te pongas a inquietar a la gente de la casa; esperemos a ver qué pasa».

Ni siquiera la madre le creía.

Mas sola que nunca se sintió la joven en esta Tierra y en la Creación.

Entretanto se celebraban fiestas y se malgastaban las bondades de la tierra. Con el ceño fruncido oía Casandra el griterío y el ulular de los juerguistas al salir estos de los salones. La gente todavía celebraba el retorno de Paris.

Armada de una antorcha ardiente salió la joven al encuentro de los borrachos y los amonestó:

«Pronto enmudecerán vuestras gargantas y lamentaréis el no haber guardado el vino para los años flacos».

Carcajadas y gritos fueron la respuesta.

«¡Oigan a la virtuosa!; ¡lo que debería hacer es irse a la cama!».

Casandra quedó muda de la ira y el hastío y, dándose vuelta, se marchó de allí. Mas el llameante aliento de la Palabra había despertado en ella y continuaba ejerciendo su efecto, de modo que a la joven ya no le era posible callar. Continuamente oía una voz de alerta que una y otra vez le anunciaba el destino que le aguardaba a su pueblo si éste no hacía caso. Con las manos elevadas al cielo, Casandra rogó que se le liberara de esa gran corriente de luz; la respuesta, empero, fue: «¡Tienes que cumplir!».

continúa)





Una traducción Del original en alemán


Kassandra


Verwehte Zeit erwacht - Band 1 - 1935




terça-feira, 13 de novembro de 2018

Lembranças do Graal X







Lembranças das minhas vivências do Graal

por Elisabeth Gecks

Assim o Senhor proibiu horrorizado tais coisas impossíveis, tais degradações. Ele disse irado:
“Ainda vai-se dizer: Imanuel acabou de comer uma maçã. Será que não tendes consciência da santidade, do significado desse nome?”

(continuação)

Em “Faça-se a Luz” isso já deveria ter ficado claro a todos. No início da época da Montanha eu já havia chamado Abdrushin de “Senhor”, isso era o mais natural para mim. De repente essa denominação tornou-se comum. Ocorreu então que certas pessoas falavam do “Rei”, o que fechava o caminho a muitos buscadores. Também aqui paralelamente a Jesus. Tudo o que levava de tal forma a conceitos terrenos, era-me doloroso em relação ao Senhor, que em sua essência não podia absolutamente ser compreendido. Eu gostaria de dizer “pressentido”, pois que ser humano pode compreender tal mistério divino? Antigamente, quando a irradiação de Parsival desceu para o preparado corpo terreno de Oskar Ernst Bernhardt, quando ele encontrou em 1920 Frau Maria e eles reconheceram que se pertenciam e vivenciaram no Dia da Pomba o sentido de suas existências terrenas e também nessa hora a ligação com Jesus de forma consciente no raio divino; aí o nome Bernhardt não teve mais nenhum significado espiritualmente. Tudo o que ele havia experimentado e vivenciado nesse tempo terreno de aprendizado, isso apenas deveria servir-lhe para compreender os seres humanos, para, antes do Juízo, ainda poder conduzi-los para fora de sua confusão, em direção ao caminho para a Luz e também para estabelecer corretamente o reconhecimento da existência terrena de Jesus. A época de preparação terrena, que procurando a si mesmo e não conhecendo sua missão terrena, permitiu que entrasse em complicações com estranhos, estava agora finalizada e assim também espiritualmente seu nome terreno. Isso pessoas estranhas naturalmente não conseguem compreender. Que tormentos lhe causaram a consciência, com que frequência isso quase me despedaçou o coração, quando eu tomei conhecimento disso na Montanha. Nos dias em que o Senhor especialmente sofria, eu ficava sempre doente de dor, sem, porém, saber por que, até que o Senhor mesmo me esclareceu a conexão, que meu amor por ele, meu reconhecimento causava esse sofrer junto com ele, de modo que eu reagia assim, sem que me fosse falado a respeito. Assim deve ter acontecido com os discípulos de Jesus em sua horrível dor pelo sofrimento de seu Senhor. Aqui o caminho foi naturalmente outro. A missão de ambos foi, de fato, totalmente outra. Jesus não necessitava ancorar em si a ligação com o espiritual. Ele veio diretamente do divino e retornou diretamente para sua origem, ancorando também para os seres humanos apenas a luz de seu Amor sobre a Terra. Para a sua atuação ele não necessitava passar por confusões sobre a Terra.
Como o Senhor havia então sofrido com a consciência de que as trevas iriam aproveitar esse período de tempo contra ele, a fim de confundir em sua proximidade as pessoas que procuravam pela “Luz da Verdade” e aquelas que ainda não haviam vivenciado em si a convicção firme de sua Mensagem e missão divina. O Senhor também me contou que ele, quando criança e também como jovem, ainda havia visto o mundo de tal forma como ele devia ter sido e não pressentia como ele realmente era, de modo que ele havia agido de acordo com isso e confiado plenamente em todos. Assim ele também havia visto a mulher como nobre feminilidade. A partir desta suposição também havia ocorrido seu casamento bem jovem; ele teve então que retirar o reconhecimento de seu erro. Contudo, então seu anseio e procura nunca o deixaram tornar-se sedentário, o que certamente não deveria ocorrer, pois ele tinha que ser um buscador, até que tivesse reconhecido em si sua finalidade terrena e estivesse preparado para ela. Isto ele só me disse em Kipsdorf, onde ele falou com mais frequência sobre sua infância e primeira juventude, em especial também quando ele, em Bischofswerda, levou-me a locais especiais.

(continua)



segunda-feira, 12 de novembro de 2018

ASTROLOGIA PONTUAL– Tchaikovsky

Seres da Natureza IV





Série: Enteais – entes da natureza

Encontro com os seres da natureza

por Eduard Hosp Porto

(continuação)


No Portal do Mundo Enteal - IV

Quem se conformou com o fato de que tudo vive e, consequentemente, que tudo se acha formado, seja terrenalmente visível ou não, a esse não será difícil imaginar que forças da natureza também se acham formadas. A essas pertencem os gnomos, elfos, silfos, ondinas etc., seres da terra, do ar, do fogo, e da água, já vistos por muitos – antigamente mais do que hoje. São influenciados pelas formas de pensamentos, com o que por sua vez se originam muitos benefícios ou muitos males. E assim por diante. Uma coisa se engrena na outra, como num conjunto de peças de um mecanismo aperfeiçoado ao máximo primor. 
Em meio a toda essa engrenagem se encontra, porém, o ser humano! Aparelhado com todos os meios para determinar a espécie da trama que deve resultar da sua atuação na Criação, manobrando o conjunto das engrenagens em diversas direções. (Dissertação: “Formas de Pensamento”; Na Luz da Verdade – de Abdrushin; edição 1931)
Não existe nenhuma dúvida que nós seres humanos através da força de nossos pensamentos, desde há muito tempo, impelimos o vivo “mecanismo da Criação” para uma direção predominantemente destruidora – com o que também os seres da natureza sofrem muito com isso: “A espécie das vibrações, da forma como parte atualmente de muitas pessoas, sobretudo aquelas como a inveja, a cobiça, o ódio, os seres da natureza intuem como um barulho contínuo que para eles pode ser ouvido sempre e por toda a parte”, diz Margot Ruis que tomou conhecimento a tal respeito.
Eles dizem que na atmosfera já surgiu até uma espécie de cinturão denso, que mantém afastadas certas vibrações mais elevadas.”
Então ela conta a respeito de uma vivência bem profunda, que ela teve no encontro com um *elfo feminino* na Espanha. “Em uma região que segundo os meus conceitos era realmente uma natureza intocada, esse elfo me disse quando eu admirava tudo isso: ‘Nos não intuímos assim tu estás vendo.’ Então eu disse: ‘Como assim, aqui tudo é belo, limpo.’ E ele disse: ‘Não, venha, eu vou te mostrar de que forma nós intuímos isso!’ E então eu pude, de certa forma, ver com os olhos dele e tive de notar, que esse céu, o qual havia parecido tão limpo, estava como que impregnado por poeira e eu também sentia de tal forma, como se estivesse inalando essa poeira e isso era muito desagradável. Essa _poeira_ fino-material surge através de vibrações e formas de pensamento, que partem de nós seres humanos e isto está por toda a parte!
Portanto, tanto mais importante seria desenvolver uma nova consciência para os abrangentes efeitos do nosso pensar e agir e redescobrir a convivência com os seres da natureza e o antigo amor para com eles, o qual atualmente só surge no mundo das *lendas* (e aí muitas vezes ainda de forma desfigurada e torcida). A esse respeito os entes da natureza também se alegrariam, diz Margot Ruis: Eles desejam muito que nós consideremos e respeitemos as necessidades deles – e que também procuremos ter um intercâmbio com eles preenchido de amor e respeito.
Mas como se deve dar isso, sem que mal existam pessoas que os conseguem ver?
Sim, sempre existem apenas bem poucas pessoas que os conseguem ver.  Enxergar os entes da natureza parece ser o mais difícil. Mas existem muitas outras maneiras de percebê-los, que são identicamente boas. Ninguém deve aferrar ao querer ver, pois com isso ele cria um bloqueio para si. Nós também podemos sentir as vibrações dos seres da natureza, mesmo quando não os vemos. O essencial aí é sempre o silêncio. Apenas nele é que se abrem os sentidos mais finos, tornando-se sensível. Contudo alcançar esse silêncio interior é naturalmente difícil, quando não se está acostumado com isso.

um conteúdo extraído da revista “Gralswelt”, publicada em março de 2002.

(continua)






quarta-feira, 7 de novembro de 2018

Encontro com o Senhor III








Encontro com o Senhor:

Meu Empenho na Libertação do Senhor II

Por Hellmuth Müller − Schlauroth


(continuação)

Eu fora intimado para às 10:30 horas. Na porta da sala estava escrito: Lojas e Sociedades Semelhantes. Após tomarem os meus dados pessoais, fui posto frente à frente com o substituto de Himmler. Isso aconteceu por iniciativa de Grete Hess. Sem sua intercessão, certamente, não teria avançado tanto. O interrogatório, que mais parecia um diálogo, seguiu mais ou menos o seguinte rumo:

Ele: Como pode o Sr., sendo um antigo companheiro de Partido, intervir a favor de um homem como esse Bernhardt?

Eu: Por que não? O Sr. Bernhardt é um ótimo escritor, é dono de um amplo saber e seus escritos somente proporcionam paz e são benéficos.

Ele: Seus escritos são subversivos, e além disso ele tenta explorar financeiramente as pessoas, enganando-as até fraudulentamente.

Eu: Subversivos? Eu conheço todos os seus escritos e sei que não são subversivos. O Sr. Bernhardt distancia-se de tudo que tenha cunho político. No que diz respeito a exploração e fraudes, trata-se de acusações, a velha maneira, feitas por adeptos desligados que tentam vingar-se, pois vêem-se frustrados em suas esperanças de conseguirem, através do Sr. Bernhardt, quaisquer vantagens em proveito próprio.

Ele: Mas de qualquer forma a comunidade do Graal é uma seita, e para essas coisas não há espaço no Estado Nacional Socialista.

Eu: Nesse caso o Sr. está muitíssimo enganado. As pessoas que vivem em Vomperberg não são adeptas de uma seita. A Colônia formou-se através do desejo dessas pessoas, as quais sentiram-se atraídas pelos escritos do Sr. Bernhardt, e quiseram viver perto dele.

Ele: Tanto faz, seja como for, mas acima de tudo, e isso é decisivo, Bernhardt é judeu.

Eu: (Gargalhando ruidosamente) Se Bernhardt é judeu, então o Sr. e eu também o somos. Conheço sua casa paterna em Bischofswerda, na Saxônia, não muito longe da minha propriedade, próximo de Görlitz. Seu pai era curtidor de peles e paralelamente ao seu ofício mantinha  uma hospedaria, e sua mãe descendia de camponeses de um sítio localizado nas proximidades de Bautzen. Portanto, essa afirmação é determinantemente infundada, e se ela é decisiva, então o Sr. Bernhardt deveria ser posto em liberdade imediatamente.

Ele: O Sr. tem uma grande dose de descaramento. Não sabe que põe em risco a sua liberdade?

Eu: Por quê? Será que vivemos num país onde não se pode dizer a verdade? Eu não acredito nisso. Posso contestar facilmente os argumentos que o Sr. apresentou contra o Sr. Bernhardt. Se, porém, o Sr. Bernhardt, através de seus escritos, realmente atacou alguém, foi, no máximo, as igrejas das duas religiões, e com razão. Mas eu não posso imaginar que esse seja, de sua parte, o motivo da acusação, pois o Sr. seguramente não representa as igrejas aqui. Por esse motivo peço o favor de libertar o Sr. Bernhardt. Posso responsabilizar-me por ele e também estou disposto a acolhê-lo na minha propriedade em Schlauroth, comarca de Görlitz.

Ele: Está bem, vou refletir e trocar ideias a respeito. Caso o Sr. Bernhardt for libertado, então somente com a condição de o Sr. ficar responsável, garantindo com sua própria vida e seus bens, que Bernhardt não fuja. O Sr. receberá mais notícias por escrito.

E assim fui dispensado.
No início de agosto, através da Polícia Secreta da repartição de Görlitz, comunicaram-me que o Sr. Bernhardt seria libertado sob minha garantia pessoal. Ele poderia escolher hospedar-se em Igls, próximo de Innsbruck, ou em Schlauroth, na minha propriedade. Com essa notícia viajei para Innsbruck, onde me encontrei com as senhoras, para juntos visitarmos o Senhor no cárcere policial. Desta vez o Senhor fora conduzido até nós por uma pequena porta que se encontrava naquela grade alta, e que por ocasião de minha primeira visita nem tinha reparado. Também o guarda retirou-se desta vez; podíamos falar livremente. Comuniquei ao Senhor − que sob a longa detenção tinha sofrido visivelmente − que ele logo seria libertado. Poderia até decidir ir para Igls ou para Schlauroth. O Senhor decidiu com surpreendente rapidez e disse textualmente: “Se não for pedir demais, então eu gostaria de ir junto com o senhor para Schlauroth.” Esta imediata e livre resolução foi para mim uma grande alegria e ao mesmo tempo uma grande honra. Viajei logo para Schlauroth e encaminhei a decisão do Senhor para a Gestapo em Görlitz.
O primeiro a chegar em Schlauroth foi o Sr. Alexander com seu carro, acompanhado de Walter Fox. Walter Fox trabalhava na Colônia de Vomperberg como empregado. Ele era acompanhante do Sr. Alexander. Como na minha fazenda havia muito trabalho ele ficou como meu empregado, naturalmente com remuneração integral. O carro do Sr. Alexander estava lotado com malas e outras bagagens do Senhor e de sua família.
O Senhor e as senhoras chegaram em Görlitz na sexta-feira, dia 9 de setembro de 1938, por volta das 18 horas. O Dr. Hütter fora avisado da chegada, de forma que, para a recepção, ele se encontrava ao meu lado na estação de trem. Entre os viajantes recém-chegados localizamos imediatamente o Senhor e as senhoras. O Senhor estava visivelmente nervoso. Após rápida saudação ele me disse: “Aconteceu um milagre, eu lhe agradeço. Queremos, porém, sair rapidamente daqui.” Evidentemente o Senhor encontrava-se sob a pressão do ambiente do presídio, e acreditava que comissários da Gestapo o vigiassem na chegada. Mas esse não era o caso. Chegando em Schlauroth conduzimos logo o Senhor e sua família para seus aposentos.


(continua)
  
Trecho do texto: Encontro Com O Senhor - (nas Recordações e pensamentos do discípulo: Hellmuth Müller – Schlauroth)